Colombia, se ha convertido en uno de los principales países en el mundo para realizar aviturismo
Uno de los principales y más apetecidos destinos, por turistas y propios, es el archipiélago de San Andrés
Pareciera que después del 15 de Noviembre no existieran más días en el calendario. Las 24 horas más angustiosas de la vida de muchos acaban de empezar y pasadas las mismas, el mundo se reduce a una obsesión llamada Rusia. Da la sensación de que el mundo se acaba hoy. Pero también da la sensación de que la vida podría volver a comenzar.
Una vida que deje huérfanas a las viejas costumbres, y se una en sagrado matrimonio a nuevos hábitos como el sacrificio y el amor al honor. Una vida que deje de ahogarse en el fatalismo disfrazado de "realismo" y que comience a navegar en el río del genuino fanatismo. Una vida en la que se viva, y nunca más se sobreviva. Una vida que invite a volar, y no una en la que "los pies en la tierra" se deban estancar.
Y a propósito de volar, existe una leyenda que oí por ahí. Se dice que hay un ticket en blanco, un boleto sin nombre que espera ser recogido en el terminal aéreo hace 36 años. Y sin embargo sigue ahí, esperando dueño, esperando un sueño. Tanto ha esperado que no le importa ser el número 32 de los 32 que se van a Moscú. Un avión en el que viajan distintas lenguas, pero en el que se habla el mismo idioma. Un avión que tiene al alemán, al inglés, al brasileño y al francés casi como socios VIP. Pero aguarden. Por ahí, al final del terminal, se oyen los pasos de un viejo tripulante al que los años lo hicieron más joven pero que a la vez lo marcaron en cicatrices que parecen haber sido sanadas. Parecen.
Parece que el tripulante recogió su boleto. Parece que acelera sus pasos y sus latidos para llegar. Parece que aprendió que para este tipo de viajes no se cargan las pesadas mochilas de la historia, sino las delicadas pero hermosas ilusiones de un pueblo que espera terminar de recorrer ese pasillo, y antes de tomar asiento, romper la mayor costumbre que tenía: la de soñar, por la de lograr.
La de callar promesas, por la de celebrar a voz de fiesta. La de solamente ver cómo el avión iba y venía, por la de saber que esta vez no lo olvidaría. La de tomar asiento, declarando antes, con el último aliento:
"Buenas noches. Nuestra condena ha sido absuelta. Somos el Perú...y estamos de vuelta."
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